domingo, 1 de junio de 2014

"UNA GRAN ANÉCDOTA" Por Jesús Tadeo Palacios Valverde


Una gran controversia se originó directamente de la forma en cómo Einstein derivó sus ecuaciones en 1917. Su razonamiento parecía contradecir los postulados científicos preponderantes de la época, los cuales sostenían la visión de un Universo eterno, sin origen, sin final y sin movimiento de expansión o aceleración alguna. Einstein tenía dos opciones; o bien optar por la inclusión de una constante en sus ecuaciones de la Relatividad (constante cosmológica o Lambda) para que así concordasen con las teorías establecidas, o transformar radicalmente la ciencia moderna con una nueva y arriesgada visión del cosmos que, de ser expuesta, le haría objeto de crítica por parte de la comunidad científica de aquel entonces.
En  1917 un maduro Albert se hallaba aún en la soledad de su estudio. Su cuerpo sumergido en la hondonada de inquietos ademanes yacía  en medio de  innumerables apuntes, teorías, bocetos y fórmulas garabateadas con magistral entereza. Sin duda, algo sorprendente para el propio Einstein estaba por ocurrir, algo realmente extraordinario que llevaría al mundo, de saberse en aquel preciso instante, a una gran revolución en la percepción científica de principios del siglo XX: la relación universal de la materia, el tiempo y la energía.
Sin importar las vueltas que el científico le diese al asunto había algo que no cuadraba en sus razonamientos. ¿A caso el tiempo ininterrumpido dedicado a la resolución había sido producido algún desperfecto? ¿A caso la teoría de la relatividad general estaba incompleta? ¿Por qué demonios entonces no se ajustaba con las aseveraciones científicas? Podían haber sido algunas de las interrogantes que en ese instante se abalanzaron sobre la alborotada cabeza de Albert. ¿Y es que cómo es posible que una de sus más famosas teorías intuyera que el Universo presenta un movimiento acelerado en lugar de corroborar su supuesta inmutabilidad y fijeza? No, eso era impensable. El universo no podría experimentar movimiento ni aceleración alguna... Algo podía hacerse… Algo debía hacerse. Si el Universo presenta un estado que le permitiese expandirse a una velocidad determinada, la gravedad que los cuerpos presentes en el espacio experimentan entre si (galaxias, nebulosas, estrellas, astros, etc) debía bastar para ser una fuerza opositora que terminaría por neutralizar dicho estado y crear, de esa forma, una suerte de “Universo Estacionario”, un todo complejo sin inicio ni final, o al menos eso se decía.
Para resolver tal “desacierto” y concordar con el “Universo Estacionario”, Albert se vio obligado ha colocar en su ecuación una variable que solucionaría tal contradicción. Dicha variable neutralizadora fue denominada “LA CONSTANTE COSMOLÓGICA” y, literalmente, fue el artificio del cuál la teoría tuvo que valerse para lograr la tan ansiada aceptación científica en los albores del siglo XX. Paradójicamente y pasado algún tiempo, la constante que debía salvar la Teoría de la relatividad terminó siendo reconocida, por el propio físico, como uno de sus más graves “errores”… pero ¿A que se debió tal cambio?
En 1929 el nombre de Edwin Hubble era sinónimo de controversia en el campo de la astrofísica. Edwin había realizado innumerables experimentos en los cuales medía la intensidad de las ondas radio-luminiscentes que nebulosas lejanas emitían, con la finalidad de establecer el patrón de movimiento de las mismas. Su hallazgo fue considerado como uno de los más revolucionarios de la humanidad. En medio de sus averiguaciones Hubble se percató de que las nebulosas disminuían la intensidad de sus emisiones alejándose unas de otras. Esto lo llevó a la conclusión que el Universo no sólo se está expandiendo sino que en lugar de disminuir su velocidad, como podría pensarse, está aumenta más y más.
Hoy en día en el campo de la física teórica se coquetea con ideas acerca de lo que puede estar causando tal aceleración y las implicaciones que pudiera tener para el cosmos. Una misteriosa energía-masa, formada desde el Big Bang, parece intervenir directamente en este proceso. Los teóricos la han denominado ENERGÍA OSCURA, y su influencia de “llenado”, por así decirlo,  es tan grande que incluso llena los espacios atómicos que separan las masas de todo cuerpo presente en el cosmos de manera vertiginosa. Si esto es correcto se hablaría que el porcentaje total de energía oscura vendría a ser más de las tres cuartas partes del total de energía-masa del Universo. Esto es sencillamente increíble tanto para propios como para extraños porque no sólo explicaría el hecho de la aceleración de la expansión en el universo si no que también pudiera darnos una vista hacia sus consecuencias: El enfriamiento y extinción paulatino del universo o la posibilidad de un colapso atómico conocido como “BIG RIP” (el gran desgarre), debido a la energía que llena los espacios del núcleo atómico de la materia y termina por despedazarlos.
Albert estaba en lo correcto y la aceleración de la expansión del cosmos que Hubble sostenía parecía avalarlo.  Al parecer, su teoría no necesitaba de ninguna constante agregada para ser coherente y autosuficiente. Einstein se adelantó a las propias aseveraciones de su tiempo haciendo, incluso con su supuesto y mal llamado por él mismo “gran error”, que nuestra concepción y entendimiento del Universo cambien una vez más en la eterna búsqueda prometedora del conocimiento infinito.


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